Desde que la dolarización se implantó, el Ecuador ha vivido los periodos con menor inflación registrada, capacidad de los ecuatorianos a endeudarse a largo plazo, ha mejorado la calidad de vida de los ecuatorianos.
El presidente Correa se queja de la dolarización porque es una camisa de fuerzas. La verdad es que la dolarización le ha quitado a los gobiernos de turno la capacidad de dictar política económica.
Gabriela Calderón de Burgos, ha escrito un acertado análisis sobre la dolarización. Entre lo más destacado:
Steve Hanke de la Universidad de Johns Hopkins, emplea el “Índice de la Miseria” que suma la inflación, el desempleo y las tasas de interés para préstamos y resta el crecimiento interanual del PIB per cápita. Un puntaje más alto en este índice significa que los habitantes de dicho país son más miserables. Para junio de 2014, Hanke mostró un sub-índice para América Latina y resulta que los más miserables eran Venezuela, Argentina y Brasil mientras que los menos miserables eran precisamente Ecuador, El Salvador y Panamá. Aunque la política económica de Panamá difiere mucho del populismo que impera en Ecuador y El Salvador, queda claro que el uso del dólar contrarresta, en cierta medida, los perjuicios de otras políticas económicas.
En Ecuador, donde el déficit en la balanza comercial le quita el sueño a muchos, no hemos tenido déficit en la cuenta corriente todos los años y cuando los tuvimos fueron mucho menores. El más alto entre 2005-2013 fue de -2,3% y la cuenta corriente durante este periodo tuvo de promedio un saldo positivo de 0,8%.
El problema de Ecuador no es la falta de política monetaria o la tozudez de los consumidores que insisten en demandar productos importados. Ecuador tiene un problema fiscal, no monetario ni comercial. Restringir el comercio o volver a ejercer una política monetaria no atacaría la raíz del problema: un gasto público excesivo.
Queda evidenciado que el problema no es la dolarización, no es la balanza comercial, sino el gasto desmesurado.
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